Manquepierda: las lágrimas de Breslavia son el preludio de algo grande

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Los jugadores del Real Betis aplauden entre lágrimas a sus aficionados tras el incansable apoyo que les brindaron durante la final ante el Chelsea (P.E.)

El Real Betis no se trajo la Copa, pero se volvió de tierras polacas con el respeto y la admiración del mundo del fútbol, que pudo constatar de manera fehaciente que su afición es una de las mejores de Europa y tiene un equipo que, poco a poco, se va acercando a su nivel, pues tuvo contra las cuerdas a todo un Chelsea que multiplica por diez su presupuesto hasta que las lesiones lo mermaron y la profundidad del banquillo ‘blue’ y la pujanza de jugadores extraordinarios como Cole Palmer, literalmente, lo reventaron en la recta final.

Las horas vividas en Breslavia por los béticos para ellos se quedan. Allí se reunieron aficionados de varias generaciones y condición, llegados de los más recónditos lugares, para brindar un espectáculo de animación descomunal, sin parangón, tanto en las horas previas por las calles de la capital polaca como en el Wroclaw Stadium, donde los hinchas del Chelsea, que eran tantos o más, estuvieron toda la noche achantados hasta que en los minutos finales sus jugadores sentenciaron el choque, pues el resto del partido lo pasaron escuchando sin apenas rechistar el inagotable repertorio de cánticos de la grada verdiblanca, cuyo espectacular desempeño ha causado admiración en el mundo entero.

La lógica del dinero se acabó imponiendo y el equipo londinense, que ha gastado más de 1.300 millones de euros en fichajes en los últimos tres años -el coste del once inicial bético no llegaba a 40M-, se llevó la copa a casa. No es torneo la Conference para un equipo del potencial del Chelsea, pero así han venido rodadas las cosas y así hay que aceptarlas. Era una misión casi imposible y al Betis debía salirle todo bordado para que el sueño se hiciera realidad. Pero tras el gol de Abde que desató la locura, perdonó dos grandes ocasiones de Bartra y Johnny para anotar el 2-0 en una primera parte memorable, lo crujieron las lesiones de Ricardo y, especialmente, Abde, en la segunda, no estuvo Antony al nivel acostumbrado ni Adrián demasiado afortunado en alguno de los goles, en los que Jesús Rodríguez, en ningún caso, debió comerse el marrón de defender él solo a Cole Palmer en las cercanías del área, para permitir que en apenas cinco minutos los ingleses voltearan el marcador, con un gol de cabeza entre los centrales de Enzo Fernández, que no llega al metro ochenta, y otro de Nico Jackson con el pecho en las mismas narices del portero.

Esa simbiosis vivida estos días entre la afición, el equipo y todo el que respiraba en verdiblanco, estoy seguro que será el punto de partida para una cascada de logros que ya han empezado a llegar y van a multiplicarse. Las lágrimas de los aficionados y jugadores béticos tras el pitido final son el preludio de algo grande, no me cabe la menor duda. El espíritu del Manquepìerda, ese grito que simboliza toda una filosofía de vida y que muchos malinterpretan o son incapaces de entender -no está hecha la miel para la boca del asno-, quedó meridianamente claro estar más vivo que nunca en Breslavia, donde los respetos y los honores no los ganó quien se llevó la copa, y a los comentarios de los numerosos espectadores imparciales que vivieron en directo el partido me remito.

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